jueves, 30 de julio de 2009

El Lazarillo de Tormes , mejor que una película de Almodóvar.

Según cuenta el libro, la iglesia está investigando al Arcipreste de San Salvador por mantener relaciones sexuales con una mujer casada. Un alto cargo eclesiástico pide por escrito el testimonio del marido engañado y éste, Lázaro de Tormes, pasa a relatar “el caso”.

El testimonio de Lázaro, sin embargo, en lugar de abogar por la inocencia o culpabilidad de los amantes, lo que hace es defender los intereses estrictamente personales de todos y cada uno de los implicados consistentes en continuar su vida como hasta ese momento. Haciendo gala de un absoluto sentido práctico, aunque haciendo una profunda crítica a la escala de valores imperante, Lázaro deja claro que, tras años de la más absoluta pobreza, él no está dispuesto a cambiar ahora su fortuna, máxime cuando el pecado del Arcipreste es el menor de todos los pecados (bien conocidos por él) cometidos por clérigos y religiosos. Sobre este tema, los pecados de clérigos y religiosos, sí presta testimonio. Respecto al otro supuesto inconveniente, la amenaza a su propia honra, él mismo se confiesa como no afrentado, al mismo tiempo que resta buena parte de su valor a una supuesta virtud que, en el curso de su relato, se dibuja como frecuente causa de males. El argumento de la historia puede mostrase aún más crudamente: Los valores morales y religiosos están subvertidos y se ha condenado a los auténticamente justos a la pobreza, a la deshonra y al infierno, reservando la salvación en la tierra y en el cielo para los auténticos pecadores. El libro, más que erasmista, en algunos puntos, puede resultar hasta luterano. El autor avisa, ya al principio, de que su intención es deleitar la lectura superficial y agradar a quienes hagan una lectura profunda.

Lázaro González Pérez era hijo de Tomé González, molinero condenado por ladrón. Muerto el padre, la madre se amanceba con el negro Zaide que les trae de comer con lo que va robando hasta que, también a este, le descubren. Ante la imposibilidad de alimentar al hijo, la madre entrega a Lázaro a un ciego para que le sirva de guía. Hasta ese momento, gracias a los pequeños robos de sus protectores (todos al otro lado de la ley), había comido. A partir de ahora empieza a pasar hambre. El ciego, gran maestro de picardías, vive de la caridad y vendiendo pócimas y oraciones contra toda clase de males. Sin embargo apenas alimenta a Lázaro que se ve obligado a realizar pequeñas trapacerías. Finalmente, Lázaro se venga del ciego descalabrándolo y huye de su lado. Varias veces después, sin embargo, añorará sus enseñanzas.
A continuación, entra a servir a un clérigo de Maqueda con el que pasa aún más hambre pues solo le da una cebolla cada 4 días, teniendo que sobrevivir gracias a los convites que solían ofrecerse en velatorios. Buscando la comida guardada en un arcón, consigue una llave y, durante varios días, con disimulo, va sacando migajas. Puesto sobre aviso, el clérigo golpea a ciegas sobre lo que cree una alimaña y que, en realidad, era el propio Lázaro. Echado a la calle, Lázaro sobrevive mostrando sus heridas. Una vez curado, ya en Toledo, pasa al servicio de un escudero empobrecido por no haber querido trabajar él mismo sus tierras y autoexiliado de su pueblo por no querer aceptar un tipo de saludo que considera menosprecio (el relato de este detalle es largo y pormenorizado). La pobreza de este escudero es tal que solo come cuando Lázaro, apiadado, comparte su limosna con él. Incapaz de pagar el alquiler, huye, siendo Lázaro amparado por unas prostitutas (nuevamente la bondad le llega desde personas “sin honra”). Estas mujeres le ponen en manos de su chulo, un fraile mercedario sodomita, del que prefiere no dar detalles: “ne fando”(“No digo”) es una alusión al pecado “nefando”. El siguiente amo, predicador ambulante, se compincha con un alguacil para, simulando un milagro, aumentar las ventas de bulas falsas.
Del siguiente amo solo cuenta que era pintor de panderos (no era clérigo, ni religioso ni hidalgo). La fortuna empieza a cambiarle cuanto entra a servir a un capellán que le pone a trabajar en un negocio que controla de venta de agua y por el que, al cabo de 4 años consigue, comprar ropa y espada de segunda mano. Buscando mejorar su situación, pasa de ayudante de alguacil, aunque el oficio le resulta demasiado peligroso. Finalmente consigue el éxito definitivo logrando un cargo oficial de pregonero. El espaldarazo definitivo le llega cuando el arcipreste de San Salvador, para encubrir y, a la vez, facilitar sus relaciones sexuales, le ofrece a su manceba en matrimonio, dándoles casa junto a la suya.
“El Lazarillo”[1] fue publicado por primera vez en 1554 y relata hechos que tuvieron lugar desde 1510 aproximadamente. Respecto al autor, se han barajado varios nombres: Fray Juan de Ortega[2], alguien del círculo de los Valdés[3], Sebastián de Orozco, Lope de Rueda[4], etc.
[1] “La Vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades” (Según título de la más antigua edición que se conserva (Alcalá, Amberes y Burgos).
[2] En “Historia de la orden de San Jerónimo”, se dice que él fue el autor pues se le encontró en la celda el manuscrito escrito de su puño y letra.
[3] Según tesis de la profesora Rosa Navarro Durán, habría sido Alfonso Valdés.
[4]Había sido pregonero en Toledo como Lazarillo.

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