martes, 14 de julio de 2009

El alquimista impaciente (Lorenzo Silva)

El verdadero arte de la alquimia no consiste en la mera transmutación de la materia. El objetivo último de todo alquimista es la transformación de su propia esencia. Es por ello por lo que la simple fabricación de oro a partir de sustancias inferiores, tan sólo sería un arte menor, y así lo advierte el propio rey sabio Alfonso X en “El arte de de la Alquimia”, en donde sentencia que, en toda mezcla, el metal noble siempre sale empeorado.

La novela, sin embargo, no tiene lugar en la Edad Media: “El alquimista impaciente”, Trinidad Soler, es ingeniero de una central nuclear y, como tal, también se dedica a transmutar materia, no para obtener oro, sino para producir energía. Su vida, ajena a todo romanticismo, transcurre lejos del brillo de los metales preciosos e ignorante de cualquier gloria moral o filosófica. Quizá por ello, busca una alternativa: a partir de Rodrigo Egea, primo de su mujer Blanca, entra en negocios con un magnate de la empresa y de los medios de comunicación: León Zaldívar. Sin que Blanca quiera enterarse mucho de los asuntos de su marido, Trinidad participa en la construcción de carreteras, polígonos industriales, chaléts, etc. Según sus compañeros de trabajo, su nivel de vida no está por encima de sus posibilidades como técnico a sueldo de la central: Trinidad Soler no acaba de encajar en el perfil de empresario ostentoso y derrochador y, frente a los “tiburones” con lo que trabaja, aún conserva cierto aire de integridad personal; tanto es así que el propio Zaldívar, quizá para adornar su conciencia, lo emplea como consejero moral y filosófico: en la cima de su éxito, Tinidad ha logrado conjugar el brillo del oro y el de la honradez; sin embargo, ambas esencias no se fusionan de la manera esperada y, la mezcla, poco a poco, transmuta hacia la degradación.

El grupo Zaldívar, Egea, y… ¿Trinidad?, deciden eliminar a un competidor, un tal Ochaíta. El asesinato se lleva a cabo exponiéndole a material radiactivo extraído de la central nuclear. El arma del delito, además de ser difícilmente identificable, sería inmediatamente repuesto en su lugar sin que nadie lo echara en falta. El odio que suscita Ochaita, sin embargo, la necesidad de matarlo, no queda suficientemente explicado en la novela. Aunque en varios pasajes se alude a la impunidad como móvil fundamental de la acción, Ochaita no era un enemigo con entidad suficiente como para necesitar eliminarlo.

De manera inexplicable, Trinidad muere en un motel mientras mantenía relaciones sexuales con una prostituta rusa de alto estanding. Para eliminar pruebas, Zaldívar decide matar también a la chica y deshacerse del cuerpo: nuevamente, cree que le ampara la impunidad: la chica es extranjera, sin papeles, y presumiblemente con pocos conocidos.

Los asesinatos resultan aparentemente perfectos; sin embargo, dos hechos casuales bien relacionados por la Guardia Civil, conducen a su resolución: en primer lugar, un amigo de la chica denuncia su desaparición. En segundo lugar, un cadáver descubierto a kilómetros de distancia, irreconocible, aparentemente imposible de relacionar con el caso, porta el hilo de la trama: un sutil hilo de color rojo bordado en su ropa interior y gracias al cual el denunciante identifica a su amiga. Para rematar el caso, el mismo denunciante identifica también a alguno de sus clientes: el clan de Zaldívares directamente acusado. El caso queda resuelto.

En la obra quedan por aclarar muchas cosas, suficientes quizá para complicar la trama en una segunda parte. No obstante, la adecuada dosificación de los datos, el desarrollo de los acontecimientos, y la actualidad mediática de la temática (muerte por exposición a material radiactivo, tramas inmobiliarias, fraude fiscal, tramas extranjeras de prostitución, etc.) conforman una novela que se lee con agrado.

La trama se desarrolla en torno a los verdaderos protagonistas de la historia, una pareja de Guardias Civiles, hombre y mujer, suficientemente descritos como profesionales impecables desde el punto de vista técnico y ético al servicio de la ley, pero capaces de ofrecer también un perfil humano, con contradicciones, debilidades e historias personales.

Lorenzo Silva

Lorenzo Silva nació en 1966 en un edificio hoy demolido del Hospital Militar Gómez Ulla. Vivió en Carabanchel, Cuatro Vientos y Getafe. Estudió derecho en la Complutense y siempre trabajó como abogado; a veces, también como auditor de cuentas y asesor fiscal para una multinacional. Su carrera literaria ha producido 19 novelas y, con menor fortuna, algo de teatro y poesía, además de ensayo y libros de viajes. Sus obras más importantes han sido traducidas al ruso, francés, alemán y otros idiomas, destacando títulos como “la Flaqueza del bolchevique”, “algún día cuando pueda llevarte a Varsovia”, etc, alguno de ellos llevado a la gran pantalla… Ha recibido varios premios nacionales, realiza colaboraciones periodísticas y radiofónicas, imparte conferencias de tipo literario y jurídico, y dirige un taller literario para jóvenes en Getafe.

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